domingo, 16 de octubre de 2011

Cerro del Caballo (3011m)


Nos plantamos en la Hoya de la Mora (Granada) a buena hora (9:15), sin necesidad de madrugar (7:40 am), pues aún los días son lo suficientemente largos como para hacer con luz la travesía que nos planteamos hacía ya más de un mes y que por una cosa o por otra no pudimos llevar a cabo antes, y de lo cual nos alegramos luego, pues disfrutamos inesperadamente de un espectáculo único que sólo se repite cada década.
Pusimos rumbo a Borreguiles, para cruzar la loma de Dilar y acercarnos a los impresionantes Tajos de la Virgen, donde el camino se va elevando y te deja contemplar toda la depresión de Guadix-Baza, árida, debido a la proximidad del macizo de Sierra Nevada.


Tras una cadena montañosa próxima al mar, siempre se forma un desierto, pues esta barrera impide la llegada de nubes a la zona de sotavento. El aire proveniente del mediterráneo,  al elevarse a más de tres mil metros, se enfría a razón de 1,2 grados cada doscientos metros, aproximadamente, formándose nubes que se agarran a la montaña.


 El aire, ahora seco, baja hacia el norte alcanzando más temperatura de la que traía al pasar por el mar, por eso se forma el desierto en la zona antes mencionada.


Tras cruzar los Tajos, alcanzamos la cota máxima de nuestra travesía, con 3187m de altitud, lugar donde se ubica el refugio de Elorrieta, construido entre 1931 y 1933, y bautizado con este nombre en honor al director general de montes D. Octavio Elorrieta.


En los años 30 se construyeron varios refugios, y este era el único que tenía instalación de agua y grupo electrógeno. Consta de dos partes, y una de ellas está cavada a pico bajo la roca, formando una especie de galerías mineras, con ventanales desde los cuales, hacia el sur, se divisa la Alpujarra y el mar mediterráneo. Fue usado por los militares durante la guerra y postguerra. Hoy se encuentra en un lamentable estado de abandono, en el cual, en invierno pasas más frío dentro que fuera. Pero se están llevando a cabo tareas de desescombro, pues nos lo dijeron los trabajadores de Tragsa, a los que vimos con dos muleros (y sus mulas) bajando escombro y restos de basura que abandonan algunos pseudo montañeros que mejor se podían quedar en casa o en la plaza del pueblo.


Tras reponer fuerzas, a base de frutos secos y demás, continuamos nuestro viaje bajando a la cabecera del río Lanjarón, donde repostamos líquido y potabilizamos, pues el caudal es mínimo y te puede sentar mal. Justo sobre nuestras cabezas tenemos el Tozal del Cartujo (3150m), y el camino pasa bajo el desmoronamiento natural de este y del Peñón Colorado, zonas de mucho riesgo de caídas de piedras, sobre


todo en época de deshielo y durante tormentas de agua, algunos de nosotros usamos casco para pasar este basar, pues merece la pena cargarlo… te puede quitar un disgusto… nuestras cabezas podrán parlar mucho tiempo si las cuidamos. Bajo el Peñón hay un paso delicado que está perfectamente equipado con cadenas para asirnos a ellas y cruzar con seguridad.


Después de reiniciar la marcha tras la parada del almuerzo, pasamos junto a laguna Cuadrada, que aún tiene un nivel importante de agua, y alcanzamos la zona de Laguna del Caballo sin apenas dificultad, solo la caminata de unas 6 horas y media y la pesada carga fueron lo más tedioso, lo demás es fácil.


Ocho son las plazas del vivac del Caballo, y ocho eran los estudiantes de geología de la Universidad de Granada, quienes ocupaban el refugio, motivo por el cual, tras subir a cumbre y disfrutar del inmenso mar de


nubes que cubría toda la vista hacia la vertiente sur, y soportar el gélido aire que azotaba nuestros cansados cuerpos mientras conversábamos los 13 a 3011 metros de altitud.


Decidimos vivaquear fuera de la seguridad de la habitación, quedando la acción en: Nano y Miguel dentro del refugio, Enrique junto al refugio, en la pared oeste, cubierto por una media caseta ligera, y junto a la laguna, nosotros hicimos vivac. Cada vez que abría los ojos durante la fría noche, disfrutaba del espectáculo de las Dracónidas, en aquella noche del 8 de octubre. Un momento inigualable. Disfrutar la vida es saborear esos instantes que la naturaleza nos regala, y hay que aprovechar al máximo la oportunidad que nos brindan nuestras piernas, de poder dar un paso y después otro, para llegar a ese lugar en el que las sensaciones que vas a vivir merecen la pena el cansancio.
¿Si no canta el gallo no amanece?, no lo sabemos a ciencia cierta, pero por si acaso pusimos el reloj a las 7, y a oscuras salimos de nuestros cálidos sacos de plumón para desmontar la industria nocturna y desayunar té caliente y mucho más, para afrontar el camino de vuelta.


Paramos nuevamente en las derruidas instalaciones de Elorrieta en las que aprovechamos para comer algo más y charlar con algunos montañeros granainos que arreglan el país cada domingo en alguna cumbre nevadense, ya que nuestros políticos no saben hacerlo (lo de arreglar el país, sin embargo, para ir al Collado Jermoso con Callejas si tiene tiempo el Zapatero).


Dejamos atrás el valle del río Lanjarón, que aunque no es el Mississippi, a ritmo del mejor blues interpretado por Ry Cooder, o los mismísimos Gov´t Mule, fuimos bajando hacia la loma de Dilar y de ahí al coche.
Conclusión: hace falta que llueva con urgencia en Sierra Nevada, pues los caminos están polvorientos, las lagunas escasas, el borreguil casi inexistente y apenas queda un nevero en el canuto del Veleta; y por favor, que nadie más se dedique a arrojar basura en un entorno de tan alta biodiversidad como la existente en el macizo nevadense: BASTA YA.
  
                                          



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